Los dioses del Albertinum y su "milagroso" traslado a El Prado

Foto: Efebo de Dresde de la Escuela de Policleto (I d.C.). Dresdner Knabe, Römische Kopie der frühen Kaiserzeit nach einem Bronzewerk von Polyklet oder seiner Schule, ca. 430 v.Chr. Foto: Karpinski © Staatliche Kunstsammlungen Dresden, Skulpturensammlung.

La pinacoteca expone las grandes esculturas del museo alemán, como el Efebo de Dresde y las Diosas de Herculano.

Vía: EFE | El País.com, 31 de octubre de 2008

Que los visitantes del Museo del Prado puedan ver al Efebo de Dresde de la Escuela de Policleto (I d.C.) o a las dos Diosas de Herculano puede considerarse un milagro, ya que su extrema fragilidad hace que su traslado suponga un riesgo que no está dispuesto a correr cualquiera. El milagro de poder contemplar desde el 4 de noviembre hasta el 12 de abril de 2009 en El Prado algunas de las mejores esculturas clásicas del Museo Albertinum de la ciudad alemana de Dresde ha sido posible gracias a las obras de reforma que esta pinacoteca lleva a cabo, lo que ha posibilitado la cesión de sus esculturas para que puedan ser contempladas por el público en España durante seis meses.

Stephan Schröder, uno de los comisarios de la exposición "Entre dioses y hombres", ha explicado a Efe las dificultades de traslado y de montaje de algunas de las piezas, entre las que destaca especilmente el famoso Efebo de Dresde, quizá la obra más emblemática del museo alemán. En este caso, según Schröder, la escultura del joven atleta, al tener grandes dimensiones y tratarse de una "pieza delicada"

por las finas capas de piedra que la recubren y que "aconsejan no transportarla", tuvo que trasladarse desde Dresde en una caja especial adaptada con muelles y hacer todo este proceso "con sumo cuidado".

Según el comisario, otras dos piezas también delicadas en su traslado y en el montaje son las dos Diosas de Herculano, que llegaron al Prado vía Amsterdam y procedentes del Museo Paul Getty de Malibú, y que se recubrieron para su traslado con dos cajas -una exterior y otra interior- para aguantar así la presión el avión. La exposición mostrará a lo largo de diez salas de la nueva ampliación del Museo del Prado un total de 66 esculturas, 20 de la colección de la pinacoteca española y 46 de las mejores piezas del Albertinum. Las de mayor tamaño, las más dificultosas para su montaje, alcanzan los dos metros de altura.

Además, el hecho de tener que transportarlas de pie y no poder invertirlas durante el montaje, para evitar que se descompensen, añade un plus de dificultad, según Stephan Schröder, quien ha debido viajar en dos ocasiones a Dresde para vigilar los trabajos de traslado y montaje, y colaborar en las medidas y pesaje de las obras. Para el comisario de la muestra, "al final, cada obra donde mejor está es en su propio museo", al ser la única forma de garantizar su total integridad. No obstante, destacó la "generosa" cesión que ha hecho el Albertinum con El Prado al prestarle obras que ni siquiera están expuestas allí, recordó que ésta es la primera vez que las piezas se exponen fuera de Alemania, y puso de manifiesto que es una de las mejores colecciones históricas de escultura clásica de Europa.

Como compensación por la cesión, El Prado ha financiado la restauración de muchas de las piezas en Alemania, "lo que ha hecho que ahora luzcan mucha más bellas de cómo estaban originalmente". Para Schröder, la excelente colección de esculturas de Dresde ha permanecido "oculta" mucho tiempo y es una "gran desconocida", ya que con el bombardeo de la ciudad en la II Guerra Mundial el Albertinum fue destruido y sus piezas se llevaron a Rusia como botín de guerra, donde permanecieron diez años y después fueron devueltas a la Alemania del Este.

Hasta el martes, especialistas en restauración dirigidos por Reiner Thiel trabajarán en la reparación con estuco especial para mármol recubriendo las grietas que presentan algunas piezas, y pondrán especial cuidado con algunas obras algo dañadas, como el Disco de Teodosio, que, procedente de la Real Academia de la Historia de Madrid, sólo se ha expuesto una vez en los últimos 50 años.


(2) El Prado, entre dioses y hombres

La colección de escultura clásica del Museo Albertium de Dresde sale por primera vez de Alemania para recrear los momentos clave del arte antiguo.

Vía: ÁNGELES GARCÍA | El País.com, 4 de noviembre de 2008

Las salas del Museo del Prado servirán estos días como excelente contexto para una constatación infalible: la belleza en la antigua Grecia era atributo de los dioses, y eso era algo que en raras ocasiones disfrutaban los humanos. Zeus, Atenea, la Ménade, son buenos ejemplos de ese concepto de la belleza absoluta plasmada por algunos nombres de resonancias míticas como Fidias o Praxiteles. Bajo el título de Entre dioses y hombres, el Museo del Prado abre mañana al público una gran exposición dedicada a la escultura clásica. Las réplicas que de las desaparecidas obras griegas hicieron los romanos han sido restauradas para esta muestra, articulada en torno a 46 obras maestras procedentes del Museo Albertium de Dresde: un conjunto que sale por primera vez de Alemania. El propio Prado aporta 20 piezas de sus fondos de escultura.

La exposición fue inaugurada por el rey Juan Carlos ayer por la tarde, aunque por la mañana se le había adelantado Durão Barroso. El presidente de la Comisión Europea, de visita oficial en España, había pedido visitar la exposición Rembrandt contador de historias. Pero después, guiado por el director del museo, Miguel Zugaza, se sumó a los periodistas en la presentación de Entre dioses y hombres.

La belleza y la dicha de los dioses clásicos la encabeza Zeus. El ideal humano durante el siglo V y IV antes de Cristo se plasma en cuerpos de proporciones perfectas esculpidas originalmente por Fidias, Mirón, Policleto y Praxiteles. En ese periodo, los rostros de las esculturas van suavizando el hieratismo que les proporciona esa perfección máxima para humanizarse poco a poco. Las representaciones humanas de la época ofrecen un contrapunto muy sorpredente: el dolor por la brevedad de su vida se refleja en unas caras llenas de muecas de angustia. El equilibrio queda en posesión de los atletas, a medio camino entre lo divino y lo humano, como se ve en la cabeza de un joven atleta o en el archifamoso efebo de Dresde, una de las estrellas de la exposición.

La segunda parte del recorrido está centrada en la época helenística, en los siglos III a I antes de Cristo. Los sentimientos, la sensualidad y la alegría protagonizan la expresión de las figuras representadas. De entrada, los artistas se inspiran preferentemente en la mujer: diosas y humanas sirven de percha para mostrar la abundancia y la buena vida. Sus ricos vestidos con volátiles echarpes están perfectamente recreados.


Foto: Una visitante contempla La musa pensativa- BERNARDO PÉREZ

Pero es la expresión que alcanzan algunas de estas mujeres lo que de verdad hace que el arte emocione. El busto de perfil La musa pensativa resulta de una modernidad absoluta. Policromada en origen, su cabello, ojos y boca conservan un sombreado que obliga al visitante a quedarse casi paralizado.

Una sensación similar se siente ante la cabeza de La anciana ebria, aunque por otros motivos: en este caso el gesto de la mujer vieja y fea produce desagrado. La figura formaba parte de un conjunto dedicado a Dionisos en el que ella cantaba y bebía con su boca desdentada. Otra de las joyas es El Intelectual o médico griego, donde se retoman los cánones de la perfección estética a la vez que se muestran sentimientos de preocupación en el rostro de los personajes.

El poder y quienes lo ostentaban ocupa la parte final de la exposición. Aquí se acumulan los retratos ideados para espacios públicos o privados de hombres, mujeres y niños. Hay piezas en las que el viejo mundo grecorromano convive con el mundo cristiano. Los dioses de unos y de otros comparten espacio en relieves y estelas. El broche del recorrido lo pone El disco de Teodosio, espectacular relieve en plata.

Miguel Zugaza aseguró ayer que estas dos colecciones, la de Dresde y el Prado, son un lujo para la cultura europea. "No se entiende la pintura del Prado y sus grandes artistas sin haber contemplado antes este conjunto de esculturas. Pueblan los cuadros de los artistas de este museo y han inspirado los mejores momentos de los grandes genios".

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